Victor y Nebane, los camerunenses que nunca llegaron

Por Maye Primera, con la reportería de Christian Locka desde Camerún

Misa Camerún

I.

Cuando estaba preparándose para ir en lancha Capurganá y cruzar el Golfo de Urabá hacia el occidente rumbo a la frontera entre Colombia y Panamá, Victor le envió una fotografía y dos notas de voz al primo hermano que lo estaba esperando en Maryland. “De Capurganá vamos a ir a Panamá. Mañana vamos a cruzar”, dice en uno de los mensajes. “¡Colombia es tan grande!”. Para llegar a ese pueblo de la costa Caribe colombiana, Victor viajó nueve días en avión y autobús desde Camerún por todo el continente americano con el plan de seguir por tierra hacia Estados Unidos.

“Decidió que quería venir a Estados Unidos y tratar de usar la ruta que pasa a través de Colombia y Panamá, y llegó hasta Colombia a salvo”, dice Aloycius Fru, el primo que se quedó esperándolo en Maryland, Univision Noticias Digital, socio de la alianza periodística transfronteriza de que investigó Migrantes de Otro Mundo*. Lo último que supo de Victor es que tomó el bote, cruzó el océano, cruzó a pie la frontera de Panamá y entró a la selva del Darién. “Él no sabía lo peligroso que era el camino, era la primera vez que salía del país”, dice Aloysius.

Victor Fru Choeh emigró de la capital de Camerún, Yaundé, porque no encontraba un trabajo para sostener su familia en medio de la cruenta guerra civil que vive el país desde 2016. El conflicto que actualmente libran el ejército del presidente Paul Biya y los grupos separatistas armados de habla inglesa ha dejado más de 3,000 muertos, 70,000 desplazados internos y unos 60,000 refugiados solo en Nigeria, el país vecino. También ha empujado a centenares de cameruneses a emprender cada año un largo y peligroso viaje a través de América Latina con el objetivo de llegar a Estados Unidos o a Canadá y pedir asilo.

Victor compró su boleto de avión el 24 de abril de 2019 en una agencia de viajes llamada IVCA (International Vision Communication Agency). Pagó 2,994,93 dólares por un vuelo que partió el 10 de mayo de Yaundé, hizo cuatro escalas —Adís Abeba, Buenos Aires, Sao Paulo, Lima— y aterrizó el 12 de mayo de 2019 en Quito, Ecuador. De allí, Victor tardó siete días en llegar al pueblo de Necoclí en la costa Caribe de Colombia y comunicarse con su primo en Maryland.

Victor

Ver PDF

En la última foto que le envió al primo, Victor aparece de pie a la orilla del mar en Necoclí, dando la espalda al agua y a dos bañistas con salvavidas. Con una mano señala el océano y con la otra sostiene el celular. Lleva el auricular del teléfono puesto y ropa deportiva, un pantalón negro Adidas y una camiseta azul. En la mano que agarra el teléfono le brilla el anillo de bodas. “Recién se había casado y cuando se fue, la esposa estaba embarazada de una bebé que acaba de nacer”, dice Aloycius, mientras va deslizando en su teléfono las últimas imágenes y mensajes que compartió con Victor y las que luego le fueron enviando otros migrantes cameruneses que se lo cruzaron en el viaje.

El mayor número de migrantes transcontinentales que cruzaron las Américas en 2019 eran cameruneses, según datos oficiales de distintos países, y muchos provenían de las zonas de guerra o eran anglófonos que huían de la discriminación y la quiebra económica.

Victor proviene de una familia anglófona y siempre vivió en ciudades francófonas: nació en Duala, la ciudad más grande del sudeste, y vivía con su esposa y un hijo en Yaundé, la capital de Camerún, mayoritariamente francófona. Tenía 39 años y recién había obtenido un certificado en reparación y construcción de barcos. Su familia dice que por ser anglófono era discriminado y no encontraba buenas oportunidades de trabajo, pese tener formación y experiencia. Salvo el primo Aloycius, que tiene una carrera en computación y lleva 17 años viviendo en Estados Unidos con esposa y cinco hijos, nadie de la familia había emigrado, o siquiera viajado fuera del país.

Su última imagen con vida fue tomada por uno de los 20 cameruneses que partieron de Necoclí y se internaron con él en la selva, con la expectativa de cruzarla en cuatro días y continuar la ruta hacia la ciudad de Panamá. Se le ve descansando a la orilla de un río, con una camisa negra y el mismo pantalón Adidas que llevaba en las imágenes que compartió con el primo.

La versión que estos migrantes dieron a la familia es que Victor se fue quedando atrás en el camino hasta que lo perdieron de vista. Luego un segundo grupo de migrantes se topó con su cuerpo tendido e hinchado a la orilla de un río y circularon su foto entre los demás camurenses, por si alguien podía identificarlo y contactar a la familia. “¿Ve el cadáver? Ese es él”, dice Aloycius con toda certeza, el cuerpo tiene la misma fisonomía de Victor y lleva pantalón y camisa negras. “No sabemos muy bien qué pasó”.

Victor
Victor a la orilla del mar en Necoclí, la última foto que le envió al primo.

La familia en Camerún recibió la noticia de la muerte de Victor y las fotos el 8 de junio de 2019, casi un mes después de que él se comunicó por última vez con su primo. Ellos llamaron a Aloysius para avisarle y él todavía no sabe qué hacer: “El único de la familia que está aquí soy yo. Pero no supe qué hacer, con quién hablar. No sé si hay algo que pueda hacer. Quizás (recuperar) sus huesos y poder ir a enterrarlo, cavar un hoyo y ponerlo allí...yo haría eso”.

Ningún familiar ha tenido contacto con las autoridades panameñas para intercambiar información sobre la muerte de Victor. Temen meterse en problemas si lo hacen porque ctorctor entró a Panamá sin papeles y saben que sería imposible recuperar el cuerpo en la selva. Adoptaron el 23 de mayo de 2019 como su fecha de fallecimiento —el día que sus compañeros de viaje lo vieron y fotografiaron con vida por última vez— y celebraron ceremonias en los dos continentes para despedirlo.

“Hicimos un pequeño velorio aquí. Trajimos un sacerdote que dio misa en el sótano. Pusimos un pequeño altar y bebimos y comimos después de la misa. Allá en casa (en Camerún), hicieron ceremonias tradicionales, algo así como un entierro, cosas simbólicas. Es muy duro. Fue demasiado para nosotros”, dice Aloysius.

II.

Cada semana Lambert Mbom recibe tres o cuatro mensajes de gente en Camerún que busca a un familiar desaparecido o con el que perdieron contacto en el camino a Estados Unidos. “La mayoría son mensajes de Facebook y de Whatsapp. Apenas la semana pasada conecté con un exalumno que estaba buscando a su hermana. Averigüe y descubrí que estaba en Dallas”.

Lambert daba clases de Filosofía y Estudios Religiosos en el Cameroon College of Arts and Science de Kumba, en el Sudeste del país y estaba conectado con la causa política de la Ambazonia, la región anglófona del este de Camerún que lucha por su autonomía. A principios de 2000 estuvo preso, fue golpeado, interrogado y en 2004 se fue a Estados Unidos con 33 años. No tenía familia aquí, solo un amigo que le consiguió dónde dormir. En 2009 obtuvo asilo, ahora está casado, tiene 47 años, y desde abril de 2019 es ciudadano. Tiene 16 años sin volver a su país. “Mi padre murió en noviembre de 2018 y no pude ir a enterrarlo (...) La gente me pregunta si extraño Camerún y les digo que sí, que extraño a mi familia, pero Maryland es Camerún por naturaleza, hay demasiados cameruneses aquí, demasiada buena comida...”.

Los cameruneses han estado llegando a Maryland por décadas y como todo exilio, son su universo nacional en miniatura. Hay anglófonos y francófonos que han emigrado en distintas oleadas desde la década de 1960 para buscarse un futuro o para huir de la persecución, hay familias mixtas. Desde los bamikeles que fueron los primeros perseguidos y desplazados a territorios francófonos desde tras la unificación de Camerún, hasta los cameruneses del Noreste que escapan de violencia del conflicto entre el gobierno de Paul Biya y los rebeldes de la Ambazonia que lo enfrentan con desventaja.

Ahora, la experiencia de venir a Estados Unidos es peor ahora que antes, dice Lambert: “El gobierno está haciendo todo para erradicar a la población y aquí es cada vez más difícil salir adelante. Antes no venía tanta gente al mismo tiempo y la comunidad podía manejarlo, pero ahora tenemos a demasiada gente llegando y todos están tratando de sobrevivir. El trauma del viaje también es peor, las personas vuelan por debajo del radar y por un tiempo no sabes dónde están. Todo el mundo está tratando de enmascarar la identidad, volar por debajo del radar hasta que puedan ponerse a salvo y ver que pueden encontrar ayuda”.

En 2018, Estados Unidos aprobó más peticiones de asilo de cameruneses que nunca antes en dos décadas (525), según las cifras oficiales. Y entre 2016 y 2019, también recibió más migrantes de Camerún en su frontera sur con México que en oleadas anteriores. Los migrantes que lograban cruzarla solían entregarse a los agentes de la patrulla fronteriza y pedir asilo, hasta la implementación del Protocolo de Protección de Migrantes (MPP, por sus siglas en inglés), que obliga a los solicitantes a permanecer en México mientras las autoridades migratorias de Estados Unidos procesan sus casos.

Más de la tercera parte de los casos no han prosperado en las cortes de migración estadounidenses: de 7.378 solicitudes de asilo de cameruneses recibidas entre 2001 y 2020, 4,686 fueron otorgados, 2.511 negados y 181 recibieron otro tipo de protección. Los que no reciben algún beneficio migratorio permanecen en detenidos en los centros administrados por ICE (Servicio de Inmigración y Aduanas, por sus siglas en inglés) hasta su deportación a Camerún.

El 1 de octubre de 2019, un inmigrante camerunés murió bajo custodia de ICE mientras esperaba ser deportado: Nebane Abienwi, de 37 años, que tenía seis hijos, esposa y salió de Bafut, Camerún, en el verano de 2019 con rumbo a Ecuador.

El 5 de septiembre de ese mismo año llegó a la garita de San Ysidro, en la frontera entre California y México, y se entregó a la patrulla fronteriza, El 19 de septiembre fue trasladado a un centro de detención de migrantes de Otay Mesa y una semana más tarde, el día 26, fue trasladado de emergencia al centro médica Sharp’s Chula Vista con el lado izquierdo del cuerpo paralizado. ICE informó que había sufrido un incidente hipertensivo y que lo habían notificado a la familia del inmigrante y al consulado de su país. A la siguiente semana, murió.

“El personal médico identificó la causa de deceso como muerte cerebral secundaria a hemorragia de los ganglios basales”, explicó el Servicio de Inmigración y Aduanas en un comunicado. Hasta ese momento, Abienwi era el octavo inmigrante que había muerto bajo custodia de ICE desde enero de 2019 y el primero del año fiscal 2020, que comenzó el 1 de octubre. Un hermano en Camerún dijo en noviembre, en una entrevista con el diario USA Today, que Nebane Abienwi fue desconectado del tratamiento de vida asistida antes de que la familia diera su autorización. Dijo además que a él le habían negado dos veces su petición de visa para viajar a Estados Unidos a reconocer y retirar el cuerpo —que finalmente fue repatriado a principios de diciembre de 2019—.

La muerte de Nene Abienwi ocurrió en medio de una crisis migratoria sin precedentes en la frontera sur de Estados Unidos y en los centros de detención, que operan a máxima capacidad. En los últimos cuatro años, solo el centro de detención Otay Mesa, donde estuvo detenido Nebane, ha albergado a más de 22,200 migrantes y de ellos, unos 260 eran cameruneses; en promedio permanecen allí unos 41 días y en algunos casos son trasladados a otros centros y suman años. Desde abril de 2018 hasta febrero de 2020, 24 inmigrantes han muerto en distintas circunstancias bajo custodia de ICE, la mayoría de ellos de origen mexicano y centroamericano.

Lambert lamenta que la comunidad camerunesa en Estados Unidos no haya respondido más enérgicamente en esta crisis que afecta directamente a familiares y amigos. Piensa que debería haber organizaciones de africanos que vayan a la frontera y ayuden a los que llegan y cuenten de los horrores que les obligaron a huir de África. Pero en el fondo, entiende las razones por las que la mayoría de la diáspora evita hablar de lo que sucede en Camerún y de la situación migratoria de sus familias: “Es una comunidad que tiene miedo de ponerse en la mira del gobierno de Camerún, de no poder regresar. También es un problema estar Estados Unidos y no tener los papeles correctos.”

Él solo hace su parte, conectando a quienes puede, y espera que la vida le alcance para ver que el conflicto se resuelva en su país y regresar: “Quiero volver a casa. El ombligo de todo africano está enterrado en su aldea, siempre queremos volver a nuestras raíces. No importa lo cómodo que esté en Estados Unidos, siempre seré un extraño que quiere volver”.

*Migrantes de Otro Mundo es una investigación conjunta transfronteriza realizada por el Centro Latinoamericano de Investigación Periodística (CLIP), Occrp, Animal Político (México) y los medios regionales mexicanos Chiapas Paralelo y Voz Alterna de la Red Periodistas de a Pie; Univision Noticias (Estados Unidos), Revista Factum (El Salvador); La Voz de Guanacaste (Costa Rica); Profissão Réporter de TV Globo (Brasil); La Prensa (Panamá); Semana (Colombia); El Universo (Ecuador); Efecto Cocuyo (Venezuela); y Anfibia/Cosecha Roja (Argentina), Bellingcat (Reino Unido), The Confluence Media (India), Record Nepal (Nepal), The Museba Project (Camerún). Nos dieron apoyo especial para este proyecto: La Fundación Avina y la Seattle International Foundation.

Victor et Nebane, les Camerounais qui ne sont jamais arrivés

Maye Primera, avec le reporting de Christian Locka

Misa Camerún

I.

Alors qu'il se préparait à partir en bateau à Capurganá et à traverser le golfe d'Urabá à l'ouest vers la frontière entre la Colombie et le Panama, Victor a envoyé une photographie et deux messages vocaux à son cousin germain qui l'attendait dans le Maryland. "De Capurganá, nous allons au Panama. Demain, nous allons traverser", dit-il dans l'un des messages. "La Colombie est si grande !" Pour atteindre ce village de la côte caribéenne de la Colombie, Victor a voyagé pendant neuf jours, en avion et en bus, depuis le Cameroun à travers l’Amérique du Sud, avec l'intention de continuer par la route vers les États-Unis.

"Il a décidé qu'il voulait venir aux États-Unis et il voulait prendre la route qui passe par la Colombie et le Panama. Il est arrivé en Colombie sans problème", explique Aloycius Fru -le cousin qui l'attendait dans le Maryland- à Univision Noticias Digital, partenaire de l'alliance de journalisme transfrontalier Migrantes de Otro Mundo. Les dernières nouvelles que Victor A donné ont été qu'il avait pris le bateau, traversé l'océan, traversé à pied la frontière du Panama et il s'est enfoncé dans la jungle du Darien. "Il ne savait pas à quel point la route était dangereuse, c'était la première fois qu'il quittait le pays", dit Aloysius.

Victor Fru Choeh, originaire de Yaoundé, la capitale du Cameroun, a quitté le pays parce que, dans ce climat de guerre civile sanglante qui dure depuis 2016, il ne pouvait pas trouver de travail pour faire vivre sa famille. Le conflit entre l'armée du président Paul Biya et les groupes séparatistes armés anglophones a fait plus de 3.000 morts, 70.000 personnes déplacées et quelques 60.000 réfugiés juste dans le Nigeria voisin. Il a également poussé des centaines de Camerounais à entreprendre chaque année un long et dangereux voyage à travers l'Amérique Latine afin de rejoindre les États-Unis ou le Canada et d’y demander l'asile.

Victor a acheté son billet d'avion le 24 avril 2019 auprès d'une agence de voyage appelée IVCA (International Vision Communication Agency). Il a payé 2.994,93 dollars US pour un vol qui a quitté Yaoundé le 10 mai, a fait quatre escales -Adis Abeba, Buenos Aires, Sao Paulo, Lima- et a atterri le 12 mai 2019 à Quito, en Équateur. De là, Victor a mis sept jours pour atteindre la ville de Necoclí, sur la côte caraïbe de la Colombie et communiquer avec son cousin du Maryland.

Victor

Voir PDF

Sur la dernière photo qu'il a envoyée à son cousin, Victor est debout au bord de la mer à Necocli, tournant le dos à l'eau. Derrière lui on peut voir deux autres personnes portant des gilets de sauvetage. D'une main, il montre l'océan et de l'autre, il tient le téléphone portable. Il a des écouteurs et porte des vêtements de sport, un pantalon Adidas noir et un T-shirt bleu. Dans la main qui tient le téléphone,  on voit briller son alliance. "Il venait de se marier et quand il est parti, sa femme était enceinte d'un bébé qui vient de naître", raconte Aloycius, en faisant défiler sur son téléphone les dernières images et messages qu'il a partagés avec Victor, ainsi que ceux qui lui ont été envoyés plus tard par d'autres migrants camerounais qui l'ont croisé sur le chemin.

Selon les données officielles de différents pays, le plus grand nombre de migrants transcontinentaux traversant les Amériques en 2019, étaient des Camerounais. Ils venaient principalement de zones de guerre ou étaient des anglophones fuyant la discrimination et la crise économique.

La famille de Victor est anglophone et a toujours vécu dans des villes francophones : il est né à Douala, la plus grande ville du sud-est et a vécu avec sa femme et son fils à Yaoundé, la capitale du Cameroun, une ville majoritairement francophone. Il avait 39 ans et venait d'obtenir un diplôme en réparation et construction navale. Sa famille a dit que, malgré son expérience et sa formation, en tant qu’anglophone, il était victime de discrimination et ne pouvait pas trouver de bonnes opportunités d'emploi. À l'exception de son cousin Aloycius, qui fait carrière dans l'informatique et qui vit aux États-Unis depuis 17 ans avec une femme et cinq enfants, personne dans la famille n'a émigré ou même voyagé à l'extérieur du pays.

La dernière photo sur laquelle on le voit en vie a été prise par l'un des 20 Camerounais qui ont quitté Necocli et ont pénétré dans la forêt avec lui. Ils pensaient la traverser en quatre jours et continuer sa route jusqu’à la capitale. On peut le voir en train de se reposer au bord d'une rivière, portant une chemise noire et le même pantalon Adidas que celui qu'il portait sur les photos qu'il avait partagées avec son cousin.

Selon ce que ces migrants ont dit à la famille de Victor, il a commencé à ralentir de plus en plus, jusqu'à ce qu'ils le perdent de vue. Un second groupe de migrants a trouvé son corps allongé et gonflé sur la berge d'une rivière. Ils ont fait circuler sa photo parmi les autres Camourains, au cas où quelqu'un aurait pu l'identifier et contacter ainsi sa famille. "Vous voyez le corps ? C'est lui", dit Aloycius avec certitude, le corps a le même visage que Victor et il porte un pantalon noir et une chemise noire. "Nous ne savons pas vraiment ce qui s'est passé."

Victor
Victor au bord de la mer à Necoclí, la dernière photo qu'il a envoyée au cousin.

La famille au Cameroun a reçu la nouvelle du décès de Victor et les photos le 8 juin 2019, presque un mois après sa dernière communication avec son cousin. Ils ont appelé Aloysius pour l'avertir et il ne sait toujours pas quoi faire : "Le seul de la famille qui est ici, c'est moi. Mais je ne savais pas quoi faire, ni à qui parler. Je ne sais pas si je peux faire quelque chose. Peut-être je peux récupérer ses os et les enterrer, creuser un trou et le mettre là... Je ferais ça.”

Aucun membre de la famille n'a eu de contact avec les Autorités panaméennes afin d’obtenir des informations sur la mort de Victor. Ils ont peur d'avoir des ennuis s'ils le font car Victor est entré au Panama sans papiers et ils savent qu'il serait impossible de récupérer le corps dans la jungle. Ils ont considéré que le 23 mai 2019 était la date de décès -le jour où ses compagnons de voyage l'ont vu et photographié vivant pour la dernière fois- et ont organisé des cérémonies sur les deux continents pour lui dire au revoir.

"Nous avons organisé une petite veillée ici. Nous avons fait venir un prêtre qui a dit la messe au sous-sol.

Nous avons installé un petit autel et nous avons bu et mangé après la messe. Là-bas (au Cameroun), ils ont fait des cérémonies traditionnelles, quelque chose comme des funérailles, des choses symboliques. C'est très difficile. C'était trop pour nous", dit Aloysius.

II.

Chaque semaine, Lambert Mbom reçoit trois ou quatre messages provenant du Cameroun, de personnes qui recherchent un membre de leur famille qui était en route vers les Etats-Unis et qui a disparu, ou avec lequel elles ont perdu le contact. "La plupart sont des messages Facebook et Whatsapp. La semaine dernière, j'ai rencontré un ancien étudiant qui cherchait sa sœur. J'ai vérifié et j'ai découvert qu'elle était à Dallas."

Lambert a enseigné la philosophie et la théologie au Cameroon College of Arts and Science à Kumba, dans le sud-est du pays, et était lié à la cause politique qui lutte pour l’autonomie de l'Ambazonia, la région anglophone de l'est du Cameroun. Au début de l'année 2000, il a été emprisonné, battu, interrogé. En 2004, il est parti pour les États-Unis ; il avait 33 ans. Il n'avait pas de famille ici, juste un ami qui lui a trouvé un endroit où dormir. En 2009, il a obtenu l'asile. Il a maintenant 47 ans, est marié, et depuis avril 2019 il est devenu américain. Cela fait 16 ans qu’il n'est pas retourné dans son pays. "Mon père est mort en novembre 2018 et je n'ai pas pu aller l'enterrer (...) Les gens me demandent si le Cameroun me manque et je dis oui, ma famille me manque. Mais le Maryland est devenu comme un second Cameroun. Il y a beaucoup de Camerounais ici et beaucoup d’excellente nourriture.”

Les Camerounais arrivent dans le Maryland depuis des décennies et, comme tout exil, ils reconstituent l’univers de leur pays d’origine, en miniature. Il y a des anglophones et des francophones qui ont migré en différentes vagues depuis les années 1960 pour chercher un avenir ou pour échapper à la persécution et il y a aussi des familles mixtes. En commençant par les Bamikels, francophones, qui ont été les premiers persécutés et sont partis après l'unification du Cameroun, en passant par les Camerounais du Nord-Est, anglophones, échappant à la violence du conflit entre le gouvernement de Paul Biya et les rebelles d'Ambazonia. On peut y trouver tout le Cameroun.

Maintenant, la solution qui consiste à venir aux États-Unis est pire qu'avant, dit Lambert : "Le Gouvernement fait tout pour éradiquer l’immigration et il devient de plus en plus difficile de se faire une place ici. Avant, il n'y avait pas tant de gens qui venaient en même temps et la communauté pouvait s'occuper des nouveaux arrivants. Mais maintenant,  nous avons trop d’arrivées et ils essaient tous de survivre. Le voyage est aussi de plus en plus traumatisant. Ils essaient de “passer sous le radar” et pendant un moment on les perd de vue. Chacun essaie de dissimuler son identité, de ne pas se faire remarquer jusqu'à ce qu'il puisse se mettre à l'abri et voir s'il peut trouver de l'aide.

En 2018, les États-Unis ont approuvé plus de demandes d'asile de Camerounais que dans les deux décennies précédentes (525), selon les chiffres officiels. Et entre 2016 et 2019, ils ont également recensé plus de migrants venus du Cameroun à sa frontière sud avec le Mexique que lors des vagues précédentes. Les migrants qui ont réussi à la traverser se sont souvent rendus aux agents des patrouilles frontalières et ont demandé l'asile, jusqu'à la mise en œuvre du protocole de protection des migrants (MPP par ses sigles en anglais), qui oblige les demandeurs à rester au Mexique pendant que les Autorités d'immigration américaines traitent leur dossier. Plus d'un tiers des demandes a été rejeté par les tribunaux américains de l'immigration : sur 7.378 demandes d'asile camerounaises reçues entre 2001 et 2020, 4.686 ont été accordées, 2.511 refusées et 181 ont bénéficié d'une autre protection. Ceux qui reçoivent une réponse négative restent en détention dans les centres administrés par l'ICE (Bureau d'immigration) jusqu'à leur expulsion vers le Cameroun.

Le 1er octobre 2019, un migrant camerounais est mort sous la garde de l'ICE en attendant son expulsion : Nebane Abienwi, 37 ans, qui avait six enfants, une femme et a quitté Bafut, au Cameroun, l'été 2019 pour l'Équateur.

Le 5 septembre de la même année, il est arrivé au point de contrôle de San Ysidro, à la frontière entre la Californie et le Mexique, et s'est rendu à la patrouille frontalière. Le 19 septembre, il a été transféré dans un centre de détention pour migrants à Otay Mesa et une semaine plus tard, le 26 septembre, il a été transféré au centre médical de Sharp à Chula Vista, avec le côté gauche paralysé. L'ICE a signalé qu'il fait un AVC (accident vasculaire cérébral) et avait prévenu sa famille et le Consulat de son pays. Il est mort la semaine suivante.

"Le personnel médical a estimé que la mort était due à une hémorragie des ganglions de la base ? base?", a déclaré l'ICE dans un communiqué. À l'époque, Abienwi était le huitième migrant à mourir en détention à l'ICE depuis janvier 2019 et le premier de l'année fiscale 2020, qui a commencé le 1er octobre. Un de ses frères au Cameroun a déclaré, dans une interview accordée en novembre à USA Today, que Nebane Abienwi, maintenu en vie sous assistance artificielle, avait été débranché avant le consentement de sa famille. Il a également déclaré qu'on lui avait refusé à deux reprises un visa pour se rendre aux États-Unis afin de voir et d'emporter le corps, qui a finalement été rapatrié début décembre 2019.

La mort de Nene Abienwi est survenue au moment d'une crise de l'immigration sans précédent à la frontière sud des États-Unis et dans les centres de rétention, qui tournent à plein régime. Au cours des quatre dernières années, le seul centre de rétention d'Otay Mesa, où Nebane a été détenu, a accueilli plus de 22.200 migrants, dont environ 260 Camerounais. Ils y restent en moyenne environ 41 jours et sont parfois transférés dans d'autres centres, ce qui peut augmenter leur séjour de plusieurs années. D'avril 2018 à février 2020, 24 migrants, principalement d’origine mexicaine et centraméricaine, sont morts en détention à l'ICE dans des circonstances diverses.

Lambert regrette que la communauté camerounaise des États-Unis n'ait pas réagi avec plus de force à cette crise qui touche directement leur famille et leurs amis. Il pense qu'il devrait y avoir des associations d’africains qui se rendent à la frontière pour aider ceux qui arrivent et raconter les horreurs qui les ont obligés à fuir l'Afrique. Mais au fond, il comprend les raisons pour lesquelles la plupart des membres de la diaspora évitent de parler de ce qui se passe au Cameroun et de la situation des migrants de leurs familles : "C'est une communauté qui a peur d'être prise pour cible par le gouvernement camerounais et de ne pas pouvoir revenir. C'est aussi un problème de résider aux États-Unis sans avoir les bons papiers".

Il fait juste sa part, en retrouvant ceux qu'il peut et espère avoir une vie assez longue pour voir le conflit résolu dans son pays et pouvoir revenir : "Je veux rentrer chez moi. Le cordon ombilical de chaque Africain le relie à son village. Nous voulons toujours revenir à nos racines. Même si je suis à l'aise en Amérique, je serai toujours un étranger qui voudra revenir chez lui.

*Ce reportage fait partie d’une collaboration transnationale réalisé par Migrants d’un Autre Monde, une recherche journalistique du Centre Latino-américain des Recherches Journalistiques (CLIP), Occrp, Animal Político (Mexique) et les médias régionales Mexicaines Chiapas Paralelo y Voz Alterna, pour En el camino du réseau Periodistas de a Pie; Univisión digital (Etats-Unis), Revista Factum (El Salvador); La Voz de Guanacaste (Costa Rica); Profissão Réporter de TV Globo(Brésil); La Prensa (Panamá); Revista Semana (Colombia); El Universo (Equateur); Efecto Cocuyo (Venezuela); y Anfibia/Cosecha Roja (Argentine) en Amérique Latine. Ont aussi collaboré à ces recherches : The Confluence Media (India), Record Nepal (Nepal), The Museba Project(Cameroun) y Bellingcat (Royaume-Uni). Ce travail a pu compter sur le soutien de la Fundación Avina et la Seattle International Foundation